Entrenando Iaido

Artículo rescatado de La Bitácora del Sensei, 24 de marzo del 2010.

Me parece sorprendente que haya interés por entrenar Iaido. Es algo tan alejado a nuestra cultura y tiene una dificultad especial. A propósito de estos comentarios me viene a la memoria el caso de Gustavo, un alumno que aparentemente tenía mucho interés en aprender iaido. Como era una persona de buen pasar, cuando llegó el momento estaba muy bien equipado de iaidogi (la chaqueta típica de iaido, negra), hakama (especie de pantalón con siete liegues) y katana (la espada samurai), cosa difícil teniendo en cuenta los costos en esos años (hoy todo es más barato). Cuando llega el momento de vestir la hakama ya estaba complicado y para que decir después. Al final, al momento de doblar la hakama lo calificó como… ¡la penitencia!.

Es que, partiendo por el traje, la forma de pararse, de sentarse, de desplazarse, todo es complicado para nosotros, occidentales no acostumbrados a sentarnos en el suelo ni a conservar una posición centrada. En mi caso, sentarme correctamente en seiza, me costo seis años, claro que venía con una falla de fábrica en las rodillas. Después, tomar la espada correctamente con una mano es incómodo, y con las dos también, se requiere fortalecer los dedos meñiques que suelen ser débiles, y las muñecas. Las piernas requieren también fuerza en ángulos poco usados. Además uno debe moverse de manera armónica, no brusca, originando todo movimiento desde el hara. Pararse y sentarse desde el suelo es particularmente complicado para nosotros no solo por la falta de costumbre sino porque nuestras proporciones son diferentes: tenemos más largas la tibia y el peroné que el fémur a diferencia de los orientales. Eso hace que, sentados en las rodillas, sobresalga parte del pie el cual tiende a girar hacia adentro produciendo una torsión en la rodilla muy incómoda y capaz de originar lesiones. El talón, en las razas orientales, sirve de apoyo al muslo en cambio en la proporción nuestra, no tenemos esa ayuda ya que este sobra o sobresale a partir del glúteo en posición incado. Esto se comprueba al ponerse un cojín entre la pantorrilla y el muslo en posición seiza, es decir, arrodillados: uno queda muy cómodo. En general los japoneses no se dan cuenta de esta diferencia y no advierten la dificultad que encierra para nosotros sentarnos en el suelo. Al incorporarnos también es más engorroso ya que teniendo la pierna más corta hasta la rodilla que de la rodilla al pie, tendemos a rozar con este lo que hace que necesitemos mas elongación en el tobillo y fuerza en el tibial anterior.

Se necesita un grado de concentración avanzado y constante, lo que cansa más que otras prácticas fisicamente más activas.

Por otro lado, según mi forma de verlo, requiere de un trabajo individual, repetitivo, autocrítico muy disciplinado. No puede existir el más mínimo error.

Todas estas dificultades son subsanables con la práctica pero requieren de mucha paciencia, virtud cada vez más escasa.

.Por último, este arte es de una belleza incomparable y de una vivencia interior indescriptible. Quizás sea el arte marcial por excelencia.

Me alegra de que hayan personas interesadas en esta práctica, lo cual es muy motivante y además es muy grato observarlos cuando ya logran un dominio al cabo de algunos años de dedicación.

Podría hablar horas acerca de la práctica del iaido o escribir tratados, pero nada se acercaría siquiera a la experiencia de hacerlo.

(Pueden ver fotos aquí.)

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