Anoche me aburrí de estar enfermo así es que pensé, como decía mi madre: “para que andar con medios días habiendo días enteros” y me levanté, arrastré a la Isidorita hasta el Jumbo (además de buena compañía es experta en hacer listas y encontrar estacionamiento con su sexto sentido) y me puse a cocinar algo que me devolviera la energía y la salud, aburrido de los antibióticos y de que nunca pude aplicar remedios de la tradición shilena (si, con sh), como tomar pisco sour y otros ampliamente conocidos por todos, menos por la Leslita (según ella son tapsin, flores pectorales y tilo).
Una vez aperado de los correspondientes ingredientes arrastré de vuelta a la Isidora a la casa y me puse a cocinar. Como esta es la época de las dolencias respiratorias pongo mi propia receta a su disposición advirtiéndoles que, aunque probada su eficacia, tiene bastantes calorías y vitaminas por lo que no es apta para cuicos muy preocupados de la línea ya que, como dicen en el campo, “se arrebatan”.
Se pone a fuego fuerte una olla grande con unos chorritos de aceite de oliva y se colocan unas tres longanizas de Chillán cortadas en rodajitas (las del Jumbo salvan muy bien) y mientras chirrean echando aroma y jugo se va cortando en lonjas pequeñas un pedazo de costillar de cerdo ahumado sin huesos ni cartílagos yse agregan. Luego se corta en pedazos chicos unos trozos de carne que puede ser posta o lomo liso sin nervios ni grasa y se suman a lo anterior. Mientras siguen saliendo ricos vapores se pica una pechuga o mas de pollo, que es la última carne en agregarse. El orden es importante para que nada quede duro o recocido. A continuación se toman dos cebollas, se cortan en cuadrados y se agregan junto con un poco de sal y una pizca de azucar. A estas alturas, antes de que la cebolla entre en escena en el fondo de la olla se debe haber pegado algo o dorado por lo cual la cebolla despega todo transformándolo en un delicioso jugo. Aquí se tapa la olla para que no se escape mucho vapor y se vaya formando el caldo. Luego colocamos un pimentón verde en cuadrados y varias zanahorias en palitos. En cada destapada de la olla para agregar ingredientes surgen nuevos aromas que contribuyen a despejar los bronquios y a preparar los jugos gástricos, los que también conviene ayudar con una copita de vino u otro bebestible. Yo me fui bajando un buen vaso de ron con Inca Kola a falta de coca cola de verdad.
Mientras la cebolla da su jugo se pelan varias papas y se cortan un poco mas grandes que para papas fritas. Antes de ponerlas se agrega vino blanco a gusto y luego las papas, lo que contribuye a que estas no se desarmen al cocerse. Unos dientes de ajos enteros, para que los mañosos los puedan apartar, pimienta molida al momento y cilantro picado completan esta alquímica poción. Se corrige la sal y el nivel de caldo, que debe cubrir todo, con un poco de agua hirviendo. Se baja el fuego y se cubre la tapa de la olla con un par de manteles de cocina.
Mientras se cuecen las papas uno va poniendo la mesa y calentando unas marraquetas para que queden crujientes.
Una vez todo dispuesto miro la hora y era tardísimo. Ahí comprendí porque la Isidora tuvo que ser arrastrada (debe haber estado muerta de sueño), porqué habían tantos estacionamientos disponibles y porqué tuve que disputar a codazos las últimas marraquetas: ¡Estaba corrido como en dos horas!
Una vez repetida la dosis me siento mucho mejor para seguir dando la batalla. Invito a todos los resfriados, agripados, tristes y congestionados a probar este remedio infalible para subir el ánimo y arreglar el semblante.