Esta semana comenzamos a entrenar Uchi Komi. Para entender cabalmente el sentido de este entretenido entrenamiento es necesario remontarse a los orígenes y a los fundamentos del arte. Lo primero que es necesario destacar es la diferencia que existe entre un arte marcial y un deporte marcial. Mientras en este último el objetivo es ganar, marcar puntos dentro de una reglamentación, en el primero el objetivo es la supervivencia. Ganar o perder no es trascendente. En los deportes se gana y se pierde y no hay drama aunque los fanáticos hablen de “jugarse la vida”, de “partido trascendental” y cosas por el estilo. En la época en que se desarrollaron las artes marciales de las que nos ocupamos, el tema era sobrevivir. En esta perspectiva no pueden existir fallas, no pueden existir limitaciones, y el protagonista debe tener como norte la eficacia máxima de lo que hace, sea una posición, un desplazamiento, una defensa o un contragolpe, pero por sobre todo, una actitud (mushin, kanji de la portada y de lo cual hablaremos en otra ocasión). No se puede cometer errores. Esto es más fácil de comprender en el iaido o kenjutsu: la más mínima distracción o desequilibrio, la más pequeña falla tendrá por resultado la muerte. Un corte de la katana, por pequeño que sea puede ser fatal. De ahí que todo cuenta: el estado emocional, físico y mental. La máxima eficiencia de la técnica. La forma de mirar, de respirar…
Si bien en la actualidad no nos vemos a diario en situaciones de combate cuerpo a cuerpo, lo importante es el concepto. Ataques se reciben a diario, mientras uno maneja, mientras trabaja. La supervivencia de un negocio, de un proyecto. El ir a comprar una mesa de comedor puede devenir en un ataque mortal, como ocurrió hace poco. Es así que en la actividad que sea que nos encontremos existe el riesgo, el ataque artero, el accidente. No se trata de una actitud paranoica sino de ser responsable, de valorarse a sí mismo.
En esta línea nos preparamos para estar saludables, fuertes, armónicos. Para tener energía y fortaleza. Para saber reaccionar de la mejor manera.
El entrenamiento de uchi komi nos enseña a movernos correctamente, a “ver” los ataques y a la forma más adecuada de efectuar las técnicas, en la distancia correcta y con el tono muscular adecuado. Requiere comenzar con lentitud y mucha corrección en la técnica como en la distancia, “ma ai”. El control es básico y fundamental. De esta forma logramos tener un gran dominio y efectividad a la vez que minimizamos los riesgos de entrenar algo tan extraordinariamente eficiente y potencialmente muy riesgoso de no tomar el cuidado necesario.
Básicamente consiste en atacar a un adversario que no se moverá para permitirme afinar la distancia y oportunidad de cada técnica. El que ataca debe tocar al otro sin pegar y con el brazo o pierna no estirado y relajado, justo en la distancia en que habría que contraer la musculatura. Debe ir siendo cada vez más rápido y seguro en la distancia. El que recibe el ataque debe concentrarse en la totalidad del adversario y su entorno y estar relajado sin reacciones de ningún tipo que desconcentren la mente. De esta manera se acostumbrará a advertir el ataque apenas este comience y salirse o bloquear en el momento preciso, casi cuando el adversario lo toca sin sufrir un sobresalto.
Por otro lado al entrenar grados avanzados con personas que recién comienzan es de la máxima importancia ya que se aprende mucho más teniendo un buen ejemplo que escuchando explicaciones y correcciones. En este sentido somos afortunados de contar con un grupo adecuado, con excelentes exponentes de gran experiencia y muy buena disposición.
Las personas que han entrenado Uchi Komi suelen ser tranquilos, calmos y de reacciones rápidas y eficientes, no espontáneas y riesgosas. La mente no es zarandeada por las acciones del contrario, por lo que las reacciones no serán descontroladas ni desmedidas, cosa tan común de ver en algunas “artes marciales”.
La habilidad adquirida al entrenar uchi komi nos permite acceder a la aplicación de elementos de mayor complejidad, por eso es imprescindible entregarse a esta práctica con la mayor dedicación.