Hacer lo apropiado
En un jardín un monje estaba sentado en la posición pre establecida para meditar, que está llena de detalles y es muy difícil de hacer correctamente, tratando de concentrarse y seguir todas las indicaciones. En eso aparece un maestro Zen que lo saluda, distrayéndolo un poco. Sigue tratando de mantenerse concentrado pero el maestro vuelve a hablarle preguntándole qué es lo que está haciendo, a lo cual responde: meditando. El maestro le pregunta para qué. El monje, un tanto molesto a estas alturas con tantas interrupciones, le responde que para obtener el Satori (iluminación). Entonces el maestro recoge un trozo de teja o ladrillo y comienza a frotarlo enérgicamente contra una piedra. Me imagino que el ruido de raspado debe haber sido bastante molesto, además de los pedazos que deben haber saltado. El monje, ya bastante molesto y desconcentrado le pregunta al maestro qué es lo que hace frotando el pedazo de teja. Entonces este le responde: estoy puliéndola para hacer un espejo. El monje, entre sorprendido y molesto le dice: ¡pero por más que la frote y pula no va a conseguir hacer un espejo! Entonces el maestro le responde: ¡exactamente, igual que tu que esperas conseguir la iluminación sentado ahí!
Este cuento Zen me gusta mucho y da para sacar muchas enseñanzas. Principalmente porque apunta a que para conseguir algo hay que hacer lo que corresponde. No es que la meditación no sirva sino que probablemente a ese monje en ese momento le habría servido más otro tipo de práctica. Eso que parece de perogrullo no lo es tanto. Muchas veces nos esforzamos para conseguir una cosa y no lo logramos. Por ejemplo, mucha gente cree que leyendo algunos libros se va a convertir en un sabio. Conocí un famoso profesor de artes marciales que no sabía mucho pero tenía una gran biblioteca y muchos videos y películas en una época en que era muy difícil conseguirlos. Era capaz de hablar con mucha propiedad de muchos temas de artes marciales, pero no era capaz de realizar nada. Pensaba que leyendo y viendo podía llegar a dominar la artes marciales y no entrenando.
Otras personas se dedican con mucho ahínco a ejercitar sus músculos, a pegar en bolsas, a quebrar ladrillos, pensando que con eso se transformarán en buenos karatekas.
También algunas personas creen que por usar un traje o tener un diploma con muchos danes serán maestros. Ya conocemos el caso de muchos predicadores que son como el padre Gatica.
En nuestra escuela queremos que todos podamos hacer lo que corresponde y bien hecho para conseguir resultados verdaderos. No se trata de transformarnos en Una máquina de dar golpes o en un nuevo Bruce Lee, sino en personas sanas, armónicas, fuertes, humildes, bien enfocadas, bien aterrizadas, con una mente abierta, entre otras cosas.
Los resultados nos alientan y dan fuerzas para seguir enseñando y perfeccionando nuestros métodos de enseñanza de acuerdo a los tiempos que corren. Deseo para todos que podamos hacer lo que corresponde y si no es así, que sepamos enmendar a tiempo.