Las técnicas y los métodos.

Uchiro Tobi Geri por J.P. Zegers, formado en nuestra escuela.

Cuando comencé a aprender karate me costó mucho. Era debilucho, tieso y poco coordinado. Eso hizo que tuviera que esforzarme más, pero finalmente fue muy beneficioso porque me obligó a analizar cada detalle y ver los pasos previos necesarios para poder llegar a realizar algo. Llegaba a mi casa y trataba de repetir los movimientos y así me fui aprendiendo las técnicas básicas, los katas y los bunkai.

El aprendizaje era difícil para mí, porque no había una secuencia muy lógica en las clases, y  eran dos profesores muy diferentes entre sí; uno enseñaba más técnica y el otro era más exigente en la fuerza. Ésta diferencia fue muy enriquecedora y me sirvió para comprender aquello que era más importante, lo que devino en un estilo de enseñanza propio.

La primera serie que aprendí fue la de Tegatana, que va sexta en nuestro sistema, y es muy difícil memorizarla ya que requiere haber aprendido antes otras series más básicas. Los saltos en la vara eran con bastante altura, lo que ocasionaba muchas caídas y lesiones. ¡Para qué decir hacer una rueda con altura! Era una clase más bien de valentía que de técnicas. Recién en cinturón café logré hacer una rueda medianamente decente y fue porque me inventé un método para conseguirlo.

Por otro lado, asistía a clases en la casa de sensei Raúl y con 67 kilos me tocaba entrenar con personas de más alto grado y de mucho más peso y estatura, como Cristian Arancibia, Roberto Valesh y Cristian Zablah entre otros. Afortunadamente sensei Raúl era muy liviano y de menor estatura, por lo que me enseñó que no era la fuerza el factor para poder derribar a un adversario de mucha mayor envergadura. Lo mismo cuando en el año 1979 el sensei Akamine hizo algunos bunkai de Seipai conmigo. Él era bastante pequeño y ya tenía sus años, pero su técnica era tan finamente depurada y efectiva que uno no podía creer cómo hacía todo con tanta naturalidad y fluidez.

Todo esto me hizo comprender que la técnica correctamente aplicada y los métodos graduales y ordenados eran lo que correspondía hacer. Desde ese momento y para mí mismo, comencé a investigar, probar y formular métodos para desarrollar, por ejemplo, buenas y seguras caídas, habilidades como la rueda y saltos como Uchiro Tobi Geri.
Estos sistemas, inventos y hallazgos, los compartía con algunos de mis compañeros de entrenamiento que solían no prestarme mucha atención y se comprende, porque no necesitaban de ellos. Eran la mayoría personas muy dotadas, como Germán Olivero y su hermano Nino, Pato Norambuena y Rodrigo Sepúlveda, entre otros.

Cuando estuve a cargo de hacer clases apliqué muchos de los sistemas que desarrollé con mucho éxito. Por ejemplo, hasta personas mayores que nunca habían podido hacer la rueda ni en el colegio, lo lograban en un par de clases, o un Mae Ukemi (caída de frente) con altura.
Practicando Aikido me tocó ver como algunas personas se lesionaban en las primeras clases al tratar de hacer ukemis sin ninguna preparación, guía ni explicación.

Pero ¿qué de importante puede tener el poder hacer una rueda? Desde el punto de vista técnico es muy útil, porque pone al cuerpo en posiciones en el espacio a los que no está acostumbrado. Por ejemplo cabeza abajo, ejercitando al oído para poder captar la posición del cuerpo en el espacio, lo que es muy importante al momento de caer y no llegar de cualquier manera al suelo y lesionarse. Además ejercita una gran variedad de músculos, por lo que su práctica produce beneficios en la coordinación, fuerza y conciencia del cuerpo en el espacio. Por eso, previo a hacer Mae Ukemi, es muy necesario practicar y dominar los diferentes entrenamientos de rueda – con una y dos manos – antes de ejercitar la caída hacia delante. Cuando se es niño, jugar a caer y luchar, es muy normal, un poco menos en el caso de las niñas, pero al ser adulto esa capacidad se va perdiendo. Por eso hacer la rueda no sólo produce los beneficios ya nombrados, sino que aumenta la seguridad y la autoestima de quién nunca la había podido hacer. Por eso inventar un sistema para que cualquiera pueda conseguir hacer la rueda, fue muy interesante y útil.

Lo mismo ocurre con aprender a caer adecuadamente. Es muy normal ver karatekas que caen mal, especialmente en los estilos en que no tienen muchos derribamientos. Entonces los métodos que se aplican pasan a ser muy importantes en el avance de los alumnos. En cualquier escuela de karate son muy pocos los que hacen Uchiro Tobi Geri, solamente los más dotados, y lo pude observar muchas veces en varias escuelas. En la nuestra en cambio, cualquier persona e incluso principiantes, puede llegar a hacer esta técnica con buen nivel de precisión, lo que para mí es muy gratificante.

Sucede algo similar con las técnicas, ya que hay unas que son básicas y previas para aprender otras, y entonces podríamos decir que son pre requisitos. Es por eso que tenemos orden en todo lo que aprendemos, sean Nage Wazas, series o aplicaciones, y de esta manera es más fácil avanzar y recordar. Esto se notó mucho en la primera horneada de cinturones negros, los que dieron examen junto con alumnos de varias otras escuelas y fueron los que más sabían, tanto bunkai como Nage Waza, lo que por consecuencia se notó en el kumite.

He conocido a lo largo de los años a muchos practicantes y he podido observar cómo muchos desarrollan lesiones en las rodillas o articulaciones, sólo por entrenar sin un método o con más entusiasmo que sistema. En cambio otros han tenido tremendos avances al observar el orden y los métodos en sus prácticas.  Por eso recomiendo siempre aprenderse los sistemas, sea en karate o cualquier otro arte marcial y entrenarlos con mucho apego a lo técnico. El progreso vendrá por consecuencia y nos evitaremos muchas lesiones innecesarias.

40 años

Un 15 de Agosto de 1980 nace nuestra Escuela.

Comenzamos con alumnos de Rebeca Chacón, Gustavo Cubillos y Reinaldo Toro – desde donde proviene Ramón Leiva por ejemplo -, de la Universidad de Chile, Digeder y alumnos particulares que entrenaban en el patio de la casa de mis padres. A pesar de que tenía muchos alumnos formados por mí mientras estuve a cargo varios años de la Academia Kenshinkan de Antonio Varas – de donde proviene Bernardo Olivari que se integró tiempo después – , no invité a ninguno de ellos para no generar suspicacias.

Nuestra primera Escuela fue una casa ubicada en la calle Capitán Fuentes con Dublé Almeyda en Ñuñoa. En este lugar comenzaron personas como Álvaro Páez, Mario Ojeda y otros. De esa época hasta ahora hemos estado en Obispo Orrego, Irarrázabal, Alarife Gamboa, Malaquías Concha, Luis Middleton, Bilbao, Manquehue (Bulding), Diagonal Oriente, Cuarto Centenario (Leblón), Cristóbal Colón, Las Malvas, Lo Curro, Badajoz,  Vitacura, de nuevo en el Leblón, Stadio Italiano, Leblón, Castillo Velasco en La Reina, y, finalmente Padre Le Paige.

Tener una Escuela fue una experiencia difícil, ya que existía mucha resistencia especialmente por parte de sensei Roberto Fernández, que pensaba que nos aprovechábamos del nombre Kenshinkan, que en un principio él mismo nos había autorizado utilizar. Por ello decidimos no usarlo y optar por un bajo perfil. Eso también marcó un estilo: seríamos una escuela chica, sin publicidad y sólo alimentándose desde adentro.

Como me dediqué mucho al kobudo, sensei Raúl siempre me pedía que llevara las armas y participara en las exhibiciones de la escuela. Esto también originó que muchos alumnos quisieran participar con nosotros, lo que tuvimos que evitar para no entrar en conflicto con sus profesores. Acá no es como en otros países, en que todos entrenan con todos.

A esa primera Escuela, en alguna ocasión invitamos a los sensei Raúl y Roberto Fernández, lo cual no fue una buena experiencia, pero luego vino sensei Oshiro, quien fue un gran aporte y marcó una filosofía en la enseñanza que persiste hasta hoy.

El año 1986 dieron examen en la casa matriz los primeros cinturones negros de nuestra Escuela. Fue una gran experiencia donde brilló nuestra calidad, que fue reconocida incluso por sensei Roberto, que nos felicitó y quedó muy sorprendido por nuestro nivel.

Ese año también el sensei Akamine anuncia el cierre de la Kenshinkan e invita a algunos de nosotros a participar con el nuevo representante del estilo de la única entidad oficial de karate de Japón, la Zen Nihon Karate Do Renmei, de la cual sensei Oshiro había sido recientemente nombrado representante para Sudamérica.

Así lo hicimos y eso también marcó el estilo técnico de nuestra Escuela.

En un tiempo nos vimos obligados a pasar por una etapa deportiva, aprender a competir, arbitrar y organizar eventos, como el primer torneo oficial que se realizó en Chile. Lo hicimos muy bien, pero eso cumplió su etapa y seguimos dedicados a las artes marciales tradicionales.

Siempre hemos tenido un núcleo de alumnos que ha persistido y nos ha permitido avanzar conformando una verdadera familia, haciendo realidad un estilo único de escuela: la práctica de un amplio abanico de disciplinas con un muy alto nivel técnico y humano.

Hemos tratado de mantener un sistema personalizado, el cual a dado muchos frutos y, lo que más me gusta, es que los alumnos más avanzados lo han aprendido y aplicado con sus condiscípulos más novatos.

Hemos pasado etapas en que todos eran novatos con un profesor que hacía todo, hasta tener muchos cinturones negros que saben hacer de todo. Para mí, acostumbrado a estar siempre encima, me fue difícil en un comienzo ir dándole espacio a otras personas en la dirección de clases y en las explicaciones, pero es la forma en que pueden aprender, ya que una parte se aprende siendo guiado y otra siendo uno el que enseña. Así se completa la comprensión de este arte. Hay personas muy dotadas y que sin embargo no saben transmitir sus conocimientos y experiencias, eso es sinónimo de que no han terminado de aprender. Afortunadamente son muchos los que, a través de sus propias palabras y ejemplos, saben cómo ayudar a los demás a avanzar.

El aprendizaje requiere mucha dedicación y observación de parte del alumno, y pedagogía de parte de los profesores para poder corregir a tiempo los errores, antes que se transformen en un hábito. También la forma de enfocar un error es muy importante, para que motive a los alumnos y no los desaliente en su aprendizaje. No se puede ser demasiado puntilloso ni crítico, sobre todo con quienes no tienen facilidades. Todo está en encontrar el punto medio y poder transmitir el mensaje, porque cada uno debe ser su propio profesor, en el sentido de tener autocrítica y conciencia de lo que hace y esforzarse por propio impulso, sin que nadie tenga que empujarlo. Eso lo hemos podido conseguir, con algunas contadas excepciones, que no hacen más que confirmar la regla.

Hace poco tiempo adoptamos el nombre Kidokai Dojo, que engloba todas las actividades que realizamos, ya que el nombre de cada disciplina es largo y engorroso. Por ejemplo en karate, hablar de Zen Nihon Karate Do Renmei Goju Kai es impronunciable y difícil de recordar para cualquiera; Musso Shinden Ryu de Iaido igual y Shiatsu Kenko Kai también. Por eso buscamos un nombre de fantasía que nos identificara y fuera más corto. Surge así Kido, en honor a mi querido Maestro de Shodo, Masatoshi Kido, que fue como un padre para mí. El nombre, Kidokai nos identifica y engloba todo.

Este aniversario nos pilla en una situación complicada y la unión entre nosotros y el amor que tenemos por esta actividad, nos han permitido seguir avanzando. También el contar con una organización como el Consejo Dan y particularmente la paciencia y tenacidad de su Tesorero, nos han permitido sortear de mejor manera el desafío.

Siempre hay personas que no son verdaderos alumnos y van como de pasada, y eso también es normal dentro de un grupo humano, aún cuando lo ideal es que sean los menos. Lo comento, porque hay escuelas que prácticamente han desaparecido en esta pandemia. Nosotros en cambio, hemos ido con entusiasmo avanzando y adaptándonos a los nuevos tiempos y nuevas tecnologías, sin perder el espíritu original.

En este momento tenemos un Dojo ampliado casi listo para ser usado, solamente faltan los vidrios, una puerta y algunas palmetas de tatami. Creo que en el momento que podamos volver a las prácticas habituales, habremos avanzado mucho y podremos aprovechar en mejor forma el equipamiento que tendremos.

Aún hay mucho por aprender y perfeccionar. Particularmente, quisiera pronto poder tener habilitado el Dojo para que Bernardo – su principal impulsor – lo pueda disfrutar terminado y podamos entrenar en las mejores condiciones. No sabemos cuándo podrá ser, pero ya llegamos a cumplir cuarenta años, así que sabremos esperar.

Sin duda, para poder avanzar en todos estos años hemos contado con la ayuda de muchos y no puedo dejar de agradecerlo. No creo que sea necesario nombrar a cada uno, pero sí mencionar que todas las ayudas han sido valoradas, reconocidas y muy agradecidas.

Un saludo afectuoso a todos los integrantes de Kidokai Dojo.

 

Rodrigo Peña