Es conocida la historia de cómo se fueron originando las graduaciones en las artes marciales. Cuando el profesor tenía pocos alumnos, lo que era muy usual, no era necesario ningún tipo de grado porque él conocía perfectamente el avance de cada uno. Con el tiempo los practicantes más antiguos lucían cinturones más oscuros por el uso y porque no se acostumbra lavarlos, ya que la tradición enseña que estos toman la energía de quien los usa. Es así que los principiantes lucían cinturones blancos, y pasando por diferentes gamas hasta algo como marrón para los más avanzados. De ahí surge en un comienzo, que llegaran a utilizarse los cinturones blancos y negros. Luego por motivos pedagógicos – saber en qué parte del aprendizaje se encontraba cada alumno – se unificaron los grados en siete Kyus: blanco, amarillo, naranja, azul, verde, morado y café; y luego los Danes: negro de primer a quinto dan y blanco-rojo de sexto en adelante. De esta forma, a cada grado le correspondían determinados conocimientos.
Cuando la participación femenina se fue haciendo más común, se advirtió que les era más fácil aprender con perfección las técnicas, aunque se demoraban mucho más en que estas fueran lo suficientemente eficaces. Reconociendo esta diferencia, se optó por crear grados distintos para hombres y mujeres hasta que el nivel se equiparara. De esta forma, fue posible enseñarles más técnicas y kata a las mujeres y darles un tiempo mayor para su fortalecimiento. Después de cinturón blanco, las mujeres recibían el cinturón rojo que les permitía aprender lo de amarillo y naranja en un solo grado y luego ascender a azul o verde.
Valorando estas diferencias, antiguamente incluso en la Ceremonia de Saludos, tanto las mujeres como los niños se sentaban en la primera fila, indicando que requerían de una atención y cuidados especiales, por ejemplo no caer con mucha velocidad y cuidar a quienes están en crecimiento de exigencias físicas, entre otros.
Esta costumbre fue entendida como una suerte de discriminación al masificarse la participación femenina y por tanto, muchos optaron por no hacer diferencias en el Dojo y aplicar la graduación de los 7 Kyus.
Después de más de 40 años dedicado a la enseñanza y la experiencia de contar con muchas mujeres participando en la Escuela, como profesor me es claro que las diferencias deben ser respetadas, tanto de sexo y edad, como de condiciones individuales para el aprendizaje. Por esto creo de gran beneficio volver a la antigua costumbre y recobrar el uso del cinturón rojo.
Es así que consulté con varios practicantes y profesores de larga experiencia, y me manifestaron su acuerdo, lo que reafirma que ésta es una decisión muy adecuada, que permitirá que tanto la entrega como la adquisición de conocimientos, sea más fluida.